Me incorpore lentamente y decidí caminar hacia la casa de mis abuelos. Quizás mis padres estuviesen ahí. En el camino la gente no paraba de observarme. Tres cuadras antes de llegar, un hombre harapiento me detuvo e intento mostrarme algo que llevaba dentro de una bolsa de plástico negra. Bloqueándome el paso, abrió la bolsa en frente de mí, para que pueda observar de cerca su horroroso contenido: Cientos de caracoles devoraban la cabeza de una niña pelirroja. Aparté al hombre de un empujón y corrí velozmente las tres cuadras restantes
Abrí la puerta de la casa, que siempre estaba sin llave (era un barrio tranquilo), entre y grite pidiendo auxilio. Mis abuelos estaban sentados en la escalera, totalmente inexpresivos, y me miraban con ojos que no parpadeaban. Según parecía, mis padres tampoco se encontraban aquí.
- Billy, te estábamos esperando – dijo mi abuela con una sonrisa macabra en sus labios.
- Tienen que ayudarme, algo sucede con los caracoles.
- ¿No te gustaría tomar un te?
- …Bueno.
- ¿De boldo, frutas rojas, caléndula, tilo, celofán o cedron?
- ¿No tenes de canela?
- No, a tu abuelo le provoca gases.
- Entonces supongo que de frutas rojas.
- ¿Cuánta azúcar?
- Siete cucharadas y media – dije con poca seguridad, ya que a veces solía tomar el te con solo 6 cucharadas de azúcar.
Mi abuela se levanto con movimientos extraños que llamaron mi atención y dio la vuelta dirigiéndose a la cocina. En ese momento pude observar, con espanto, que un enorme caracol estaba succionando su medula.
1 comentarios:
No sé si me gustó o no, pero me dió asco y casi no puedo cenar...
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